Entiendo la obra de Schimmelpfennig como una autopsia de la sociedad y tomé esta consideración como punto de partida para escoger los elementos fundamentales de mi concepto; el aislamiento, el egoísmo y una comunicación mutilada. Estos elementos se apoderan de los personajes haciendo que vivan con miedo. Es más, el miedo se apodera tanto de ellos que empieza a controlar sus acciones hasta tal punto que se convierten en su marioneta.
El escenario, un desierto de asfalto, es un sinónimo del abandono interhumano. En él se encuentra un miedo con otro miedo creando una sinergia de movimientos terroríficos que dan a entender que el rascacielos no es solamente el lugar en el que se desarrolla la acción, si no el locutor de nuestro destino. Por ello, en la puesta en escena, el espacio cobra la importancia de un personaje más, de un personaje opresor.
El diseño escenográfico empieza en el ornato de la fachada del rascacielos y poco a poco nos vamos adentrando a su interior. En paralelo, los personajes se muestran primero desde una perspectiva superficial para mostrarnos luego las profundidades de su alma. Cuánto más hace el personaje por esconder sus verdaderos impulsos, más sufre las consecuencias de la opresión al final de la obra.